Restaurante iraní Esfahan
Esfahan es una bella ciudad persa. Pero en Madrid es el nombre del restaurante iraní más auténtico, del clásico de esta gastronomía en nuestra ciudad. Una comida que frecuentemente se confunde con la árabe pero que no guarda ninguna relación con ella más allá de la vecindad. Porque Irán presume de un sello culinario propio, herencia de la ancestral civilización persa que caracteriza a esta comunidad.
Detrás de la bulliciosa Plaza de España y rodeado de locales chinos por doquier, se encuentra desde hace veinte años uno de los pocos restaurantes iraníes que existen en la ciudad. Fue la tercera apuesta de Feri, su propietario, por hacer un hueco en Madrid a una cocina milenaria, tras dos experiencias previas en los ochenta y los noventa. Fue el desembarco de la cocina iraní en nuestra ciudad con sus arroces y carnes a la brasa.
El restaurante iraní más clásico de Madrid
Lo hizo cuando la comunidad iraní era tan anecdótica como irrelevante en Madrid. Cuando aun se les tachaba de árabes -no hay nada que molesta más a un persa- por desconocimiento e ignorancia. Y aunque la comunidad aun es pequeña -cuenta con una mezquita chii-, el país ha ganado presencia gracias al determinante papel de los medios de comunicación. Porque el turismo de nuestro país todavía permanece ajeno a los encantos persas.
Pero este restaurante iraní da muestra de ello. Desde la piezas de artesanía importadas de Shyraz, las coloridas alfombras y manteles hasta las fotografías de paisajes sublimes y pueblos parados en el tiempo. Es como entrar en la embajada cultural iraní en Madrid, todo muy tradicional. Un lugar que se comienza a disfrutar con el clásico dhur. Es la bebida nacional, hecha con yogur fermentado, agua con gas y menta. Se sirve fría. Agresiva y agría, es la antítesis del te moruno de los árabes, repleto de azúcar.
La comida arrancó con Kufte tabrizi, las deliciosas albóndigas iraníes. Una masa de carne acompañada de arroz, guisantes amarillos y diversas hierbas. Tras ello dos brochetas de pollo, el Yuye Kebab y el Morg Germess. Ambas hechas a la barbacoa y muy especiadas, pero más picante la segunda. Las carnes, de intensos sabor y suave textura, las acompañamos como es costumbre con el arroz agridulce de arándanos persas. Y también con el pan de pita, servido en una cesta entre paños tradicionales.
Arroces aromatizados y carnes a la brasa
No hizo falta más puesto que se tratan de platos grandes y consistentes, que hacen que no quedes con hambre. Solo un té persa de cardamomo, servido en una tetera que era artesanía pura. Más allá del dhur, solo bebimos agua aunque este restaurante sí tiene alcohol, pero no vinos iraníes. «Con los riojas y riberas de aquí, a donde vamos a parar nosotros con nuestro vino», se ríe Feri. Todo salió por 48 euros, dos personas. Para otra ocasión probaré la versión persa del cocido, el cordero al horno y los guisos típicos del país.
Este restaurante iraní no tiene menú del día pero si menú degustación y para grupos. Tampoco tiene bailarinas los fines de semana. «Eso se lo dejamos para los árabes», bromea su dueño, que no solo ejerce de camarero sino de traductor. Porque es él quien se ocupa de cantar el menú en farsi para los clientes locales, que se ven con frecuencia. Para el resto hay carta en español, inglés y árabe. Ello refleja la heterogeneidad del local.
Aunque los españoles son mayoría, cada vez más atraídos por «la magia de la cocina persa» que Feri define como «poco picante de bajo contenido en grasas y muy saludable», pero dejando claro que no es árabe. Así lo explica su dueño: «¡Si compras una alfombra, es persa, y si compras un gato es persa también!».
Calle San Bernardino 1
Barrio de Universidad (Distrito Centro)
Metro: Plaza de España y Noviciado