El arte contemporáneo de Libia en Madrid
Siete años de guerra civil marcan el turbulento presente de Libia. Un imagen de inestabilidad e impunidad que esconde todo universo paralelo de su tiempo. Como el arte de Libia. Porque en Libia es más fácil comprar un arma en un mercadillo que un pincel. Y aquellos que optan por la expresión, el color y la creatividad son invisibles en su país y en Occidente. Hasta ahora. Cuando la creación contemporánea en Libia llegó en Madrid.

«Rastreando un paisaje que desaparece» es más que el título de una exposición. Es un grito silencioso de la compleja realidad social que experimenta este país. Tan cercano como desconocido para los españoles, más acostumbrados históricamente a mirar al oeste del Magreb. De ahí que la apuesta de Casa Árabe por visibilizar la propuesta artística de Libia sea indispensable y necesaria.

Ellos son 12 artistas libios, algunos en la diaspora y otros dentro del país. Muchos representan la primera generación libia que se graduó en la Facultad de Arte y Medios de la Universidad de Trípoli. Es la capital el telón de fondo recurrente de sus obras. Su pasado, sus iconos y su arquitectura que se fusionan con las narrativas multidisciplinares del arte de Libia, testigo de la nueva realidad.
La vanguardia artística de Libia
La muestra recoge fotografías, pinturas, vídeos e instalaciones. De los clásico a lo moderno. El arte de Libia se divide en dos propuestas. Una primera que refleja la sociedad libia de la primera mitad del XX a partir de archivos familiares. Con ello se proyecta la transformación del país desde las estructuras y recuerdos familiares. Desde la esencia que da forma a la identidad libia, oculta y perdida en la vorágine actual.

Como sucede con la caligrafía de Libia. Mohamed Al Kharrubi es uno de sus mejores embajadores. Y el creador de «Platos de Avaricia». O Arwa Assad, obsesionada por la conservación del bordado de hilo de plata. Una especie cultura en peligro de extinción. También Marcella Mameli, que exhibe una serie de emblemas en barro de la desaparecida Fuente de la Gacela. Un emblemático hito del paisaje urbano de Trípoli.
El segundo grupo de trabajos se agarra a los hechos más recientes de Libia. Pero bajo otro prisma y atril. Aquel que proporciona el patrimonio cultural libio, que nos es ajeno a la crisis que golpea los cimientos del país. Su gente. Testigos de la ocupación colonial, cuatro décadas de dictadura, una revolución fallida y una crisis migratoria. El realismo libio que aparece como motivo recurrente en esta exposición.

Inmigración y guerra
Las «inscripciones sexuales» de Najla Shawket son un claro ejemplo. Figuras femeninas en color vestidas con la tradicional ferasha. Pintar es la única vía de esperanza para su creadora. Dice: «solo a través de la pintura puedo contra las armas de la guerra y las heridas que nos deja». Más expresionista es «Figures» de Yousef Fetis. Aunque también recurre al cuerpo, al color y a la feminidad en sus obras. A la condición humana actual.
Personalmente me quedo con dos propuestas. «Tracing a battle» de Elham Ferjani. Una pintura inspirada en las escenas de arte rupestre halladas en el país. Y especialmente con «Miedo» de Takwa Abo Barnosa. Esta fotografía fusionada con la caligrafía es la triste imagen de Libia proyectada en nuestro país. Con decenas de protagonistas anónimos a los que poner nombre y apellidos para humanizar el drama social que nos golpea. Pero no lo hace en nuestras costas sino en nuestras consciencias. Libia entra así en nuestras vidas.
